Charla de Francisco Sanfuentes: “Existen otras formas de entender el patrimonio”

El académico del Departamento de Artes Visuales y subdirector de la Escuela de Postgrado de la Facultad de Artes viajó a la Región del Bío Bío para realizar una clase en el Seminario Miradas Callejeras que se desarrolla al alero del Magíster en Arte y Patrimonio de la Universidad de Concepción, oportunidad en la que desarrolló la idea de patrimonio huérfano a partir del concepto de ruina.

“Desde hace un tiempo que en la Escuela de Postgrado estamos reflexionado en torno a la relevancia que un área de restauración debería tener para una Facultad como la nuestra, que si bien se manifiesta en un Postítulo de Especialización, perfectamente podría potenciarse y profundizarse a partir de la figura de un Magíster, sobre todo si consideramos la relación que la Universidad de Chile tiene con el patrimonio nacional, parte del cual ha administrado históricamente”, cuenta Francisco Sanfuentes respecto del contexto en que estaba trabajando cuando se originó la invitación para participar en el Seminario Miradas Callejeras que se organiza al alero del Magíster en Arte y Patrimonio de la Universidad de Concepción, un programa que “inmediatamente me llamó la atención por su estrecha relación con el arte y con el concepto de patrimonio intangible”, dice.

De allí que este artista, académico del Departamento de Artes Visuales y subdirector de la Escuela de Postgrado de la Facultad de Artes haya sido invitado a dictar una clase en el marco de esa actividad, puesto que “estaban interesados en interiorizarse en la mirada del arte hacia la calle no sólo por cómo éste opera con acciones o intervenciones concretas sino también por cómo percibe o lee ciertas cuestiones que, desde el punto de vista institucional y disciplinar de lo patrimonial, pasarían desapercibidas”, explica Francisco Sanfuentes, agregando que así surgió la idea de trabajar en torno a la ruina como patrimonio “y no necesariamente en función de su restauración. A eso lo llamé patrimonio huérfano porque no hay un referente reconocible, sino que es parte de una manifestación colectiva, espontánea y/o individual que va armando las capas que constituyen el cuerpo y memoria de una ciudad”.

¿Desde dónde trabajó el concepto “patrimonio huérfano”?

Desde los recorridos y la mirada callejera, diferenciándola de la mirada del espacio público. Sucede que esta última es mucho más panóptica e institucional, mientras que la mirada de la calle es mucho más íntima porque se relaciona con la piel de la ciudad, emergiendo desde ahí cuestiones que uno puede entender en el sentido patrimonial pero no necesariamente desde el punto de vista institucional. Estando allá entendí que después de lo ocurrido en febrero de 2010 fueron muchos los proyectos que cambiaron de eje y se trasladaron hacia lo local, que fue arrasado por el terremoto y el tsunami. Y apareció un concepto sobre el que hemos hablado con Pamela Reyes, coordinadora del Postítulo de Especialización de Arte Terapia de nuestra Facultad, que es el concepto de reparación social y su relación con el arte, con el patrimonio perdido, olvidado o conservado como trauma, en definitiva, con los patrimonios individuales. Por eso es que, desde esa perspectiva, este Magíster me pareció no sólo un aporte sino que además un lugar sumamente interesante con el que podemos dialogar como Universidad, porque no es sólo recuperación, restauración, conservación o lecturas sobre algo así como el patrimonio institucionalmente validado, sino que la reflexión es en torno a cómo aparecen otras definiciones o formas de patrimonio.

¿Cómo fue recibida esta propuesta por los profesores y estudiantes de ese Magíster?

La verdad es que esa idea la empecé a elaborar a partir de lo que me insinuó la malla del Magíster en Arte y Patrimonio, porque para mí no se trataba sólo de hablar de mi trabajo en la calle o de las cuestiones que he estado haciendo. Por eso pensé que lo que me insinuara la malla de este programa operaría como una especie de pie forzado, como una especie de pregunta a la cual yo debía responder. Entonces, desde ahí se fue desarrollando esta idea que obviamente estaba en sintonía con lo que ellos venían pensando, y donde yo podría aportar con mi experiencia de mirada y trabajo sobre la calle. De hecho, por eso me invitaron, aunque, para mí, una de las cuestiones más relevantes fue en sí conocer este programa y sus proyecciones.

¿Por qué?

Básicamente por los posibles intercambios que podemos tener con ellos como Universidad de Chile, porque lo que nosotros estamos planteando en ese magíster del que te hablé en un comienzo es que éste aborde el vínculo entre patrimonio y restauración, porque para abordar el problema de la restauración hay que entender qué es el patrimonio, qué es lo que estamos restaurando y a qué pertenece, por dar algunos ejemplos.
Entonces, tenemos que entender que patrimonio no es sólo aquello que se define en términos institucionales y nacionales, porque hay otras formas de entender la figura del patrimonio que está un tanto soterrada y a contrapelo de la institucionalidad.

Que calificaría como ese otro patrimonio, como el patrimonio huérfano, ¿no?

En esa oportunidad puse como ejemplo el trabajo de investigación de
Cristian Inostroza, estudiante de nuestra Escuela que el año pasado
comenzó un proceso de búsqueda de indicios callejeros de malestar
social, enfocándose principalmente en las huellas de las barricadas y fogatas que dejaron las movilizaciones estudiantiles de 2011 y que en este momento están casi perdidas en medio de la familiaridad de las irregularidades del asfalto y pavimento. Inostroza realizó un registro fotográfico en distintos enclaves de resistencia de aquel entonces,cuestión que podría llevarnos a realizar un mapeo o cartografía de lo que él llama cicatrices en la ciudad, cicatrices que son parte de la historia de un cuerpo, de cualquier cuerpo, marcas que son la manifestación física de hechos significativos y/o traumáticos de una vida. Mis cicatrices, que ya han dejado de ser heridas abiertas, sin embargo se exponen como presencia e incluso a veces se sienten como una lejana molestia de aquel dolor o malestar que las provocó; cicatrices que se disimulan y no se pueden borrar y que son de algún modo marcas patrimoniales de nuestro cuerpo.

¿Del cuerpo de la ciudad?

Claro, cicatrices casi invisibles que desde la mirada de un artista se develan en la imagen fotográfica y que a partir de ese momento se reconocen como lo que son, porque ya han sido nombradas. Antes de ello, esas marcas, que se encontraban en la orfandad de significados, necesitaban que alguien las nombrara para que se anclaran en una historia, marcas e incisiones huérfanas que plagan la ciudad y que sin embargo tienen un origen, porque son partes de una vida individual o colectiva. En ese contexto es que las calles y los muros son inmensos testigos y memoriales de lo “insignificante” y único que es la existencia de cualquier persona, cuestión en la que venimos trabajando desde el año pasado en el proyecto “Poéticas de la Intemperie”, por ejemplo, donde uno de los modos de relacionarse con la calle ha sido a través de la recopilación fotográfica de lo que denominamos indicios, intersticios o señales que apuntan a rastros de humanidad que siempre se nos muestran frágiles bajo el signo de la ausencia y no por ello menos relevante ante cualquier discurso de la historia. Entonces, ese otro patrimonio tiene que ver con eso que nombro aparentemente insignificante, manifestaciones humanas, personales o ciudadanas que se van sumando como capas a lo que constituye finalmente el cuerpo social o psíquico de una ciudad.

Y desde su perspectiva, ¿qué hace la diferencia al hablar de arte y
patrimonio?

Yo también me hice esa pregunta y me cuestioné si es arte y patrimonio porque la preocupación es analizar, estudiar o incluso restaurar el patrimonio artístico, o si se trataba del hecho de que era el arte y sus formas de captación de la realidad las que estaban en juego para leer, pensar y enriquecer la noción tradicional de patrimonio. Por lo que alcancé a conocer, llegué a la idea de que hay un énfasis importante en este Magíster respecto de la segunda opción, porque el arte efectivamente juega un rol distinto en términos de cómo conoce, investiga o capta la realidad, cuestión que va más allá de que éste se preocupe sólo del patrimonio artístico “acreditado”. Por eso es que arte y patrimonio pasa a ser fundamental respecto a su forma de relacionarse con el mundo, porque el arte identifica y propone siempre otra perspectiva para profundizar el conocimiento de nuestra realidad presente y pasada. Esto me lleva a pensar luego en nuestra literatura, en las calles de Teillier, Pezoa Véliz, Carlos Droguett, Manuel Rojas y muchos otros. De hecho, Camila Moya, integrante del Taller de Prácticas Artísticas en el Espacio Público, hace algún tiempo llegó a una suerte de cementerio de pedazos de tajamares del Mapocho a partir de la lectura de una novela de Carlos Franz, lo que nos lleva a confirmar que la escritura nos puede revelar la interioridad de múltiples espacios, de pequeños fragmentos de ciudad inmovilizados en el tiempo. En este caso no se trata de imaginarlos desde la cómoda relación física con el libro, sino de buscar esos lugares sabiendo ya algo de lo que portan y ocultan, y todo esto es parte de lo mismo, o sea, que la cosa continúa.

Texto: Isis Díaz López / Periodista Facultad de Artes
Fotografías 2 y 5: Francisco Sanfuentes
Fotografía 3 y 4: Cristian Inostroza
Lunes 3 de junio de 2013

 
Fuente:
http://www.artes.uchile.cl/noticias/91714/francisco-sanfuentes-existen-otras-formas-de-entender-el-patrimonio